Desde hace unos cinco años soy poseedora de un ser que quizás, sin mi ayuda, hubiera pasado a formar parte del club al que está a punto de afiliarse mi arbolito:
El de las Plantas Muertas.
A la salida de mi antiguo trabajo, encontré en la basura un impresionante ejemplar de Alocasia (para que nos entendamos, una planta enorme). Me dio tanta pena que en medio de un atasco me paré, la retiré de la basura y la metí en el coche (no veáis el follón). Aunque su volumen se ha visto reducido, ya que en casa no cabía, sigue viva y ahora comparte una etapa maravillosa de mi vida.
Las plantas te alegran la vida, así que muchas veces me paro a pensar por qué alguien decidió que este trocito de selva debía morir. También me inquieta observar que es verdad que hoy en día lo que no se quiere se tira, y esto no puede seguir así.
Desde aquí os pido que le deis una oportunidad a aquello que aparentemente no os sirva o, si de verdad ya no os resulta útil, lo donéis a manos que sepan como aprovechar esa materia prima.
Por cierto, este rescate acabó en bronca porque según dicen por ahí . . .
Siempre voy mirando las basuras, a ver que encuentro.
Es verdad, es Diógenes que me persigue.
Hasta pronto.
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